miércoles, 15 de junio de 2016

Un cumpleaños marcado por la desaparición de dos jovencitas en el centro de Ciudad Juárez: Brianda Cecilia Martínez y Nancy Navarro Muñoz



Luz Elena con su hija desaparecida Nancy Navarro Muñoz en imágenes: en unos aretes de corcholata, una camiseta y una foto de su quinceañera en la casita donde vive en la colonia obrera Francisco I. Madero.  @Judithtorrea 
Se levantó entre los rojizos de un amanecer hermoso. La foto de su hija Nancy Navarro Muñoz surgía aún más linda de un altar que creó desde que la joven desapareció. Recordó cómo tan sólo hace unas horas, a las 12 de la noche, su esposo, tres de sus cuatro hijos y nietecita le cantaron las mañanitas, siguiendo la tradición mexicana. Y su Nancita, de nuevo no estaba: su cuarto cumpleaños deseando el mismo regalo, que aparezca como en las películas con final feliz nada más soplar las velas y pedir un deseo. Pero en este cumpleaños ni tuvo un pastel (no había con qué: era el día de descanso de su esposo, de su trabajo como mesero en un restaurante, en donde lo que gana cada día en propinas se convierte horas después en alimentos para su familia).

Pensó en cómo se sentiría hoy don Juan -que vive a unos veinte minutos caminando de su casita-. Porque la hija de éste, Brianda Cecilia Martínez Gutiérrez, que desapareció a los 16 años de edad un 15 de junio, cumple hoy cinco años de desaparecida.

Lo que cumple Lucy, la mamá de Nancy Navarro, son 42 años de edad. Y celebrar, que se diga celebrar, con una hija sin saber dónde o cómo está y pensando en otra que, sin conocerla con el tiempo ha pasado a ser parte de su vida es más que complicado. Hay días en Juaritos en que la celebración de haber nacido coincide con el que una niña haya desaparecido.

"Le digo a don Juan, mira qué triste el día de mi cumpleaños desapareció su hija. Somos una familia de dolor todas las mamás, porque todas estamos sufriendo lo mismo, lo que nos pasa con nuestras hijas, y desafortunadamente en estas circunstancias nos conocimos".

Lucy se siente de la patadota. Este fue "un día corriente. Para mí todo lo que sucedió desde la pérdida de mi hija es como si fuera ayer, conforme pasa el tiempo uno se va decayendo por dentro".

Pero sonríe, está de pie: por los que quedan y porque sabe que debe de estar fuerte para seguir buscando a la mayor de sus hijas, que desapareció a los 18 años de edad: http://juarezenlasombra.blogspot.com/2011/07/desaparecida-nancy-navarro-18-anos-sin.html. Porque sabe que a pesar de las adversidades de su vida hay momentos únicos y maravillosos que ella tiene la capacidad de descubrir, transformando cada palabra en la dulzura amorosa de quien ha aprendido a transformar la dureza en positividad.

Cocina unos tacos de papa: cuece las patatas y las machuca estilo puré. Antes, para almorzar, se consintió con unos chilaquiles verdes y rojos,                                                                                                                                             para así pensar que puede elegir de unos y de otros, porque "ni por ser el día de mi cumpleaños, me merezco una coca (cola)", comenta bromeando.

Desde que era una niña de 4 años de edad, Lucy ha vivido su cumpleaños en un segundo plano. Ese día, su hermanito José Guadalupe, de 5 años murió de cáncer de estómago. Desde hace 38 años, su madre toma cuatro rutas para ir al panteón con flores. Como en esta ocasión cuando Lucy la llama para invitarla a almorzar chilaquiles: "Yo ya voy para acá, para donde está tu hermano". Y le felicita, tímidamente.

Lucy sabe de Brianda Cecilia Martínez todo lo que el padre de esta adolescente le ha contado. Los pequeños detalles de su vida y también los más obvios: su desaparición un 15 de junio del 2011 cuando fue a su nuevo trabajo en el centro de la ciudad, un puesto de dulces regentado por Manuel Vital Anguiano. Éste cumple en la actualidad condena por participar en una red de desaparición y feminicidio de 11 jovencitas encontradas en huesos en el Arroyo del Navajo, en el Valle de Juárez. Las autoridades no han investigado quiénes están detrás de esta red que operaba sin problemas en una zona custodiada por soldados y policías federales enviados durante llamada guerra contra el narcotráfico.

La casita donde vive don Juan es un cuarto grande alargado distribuido en tres zonas (la cocina, su cama y la de su hija Leslie con sus dos niños y esposo) en el que se siente la ausencia de una Brianda Cecilia alegre y bella. Hoy, este obrero serio y de pocas palabras, prefiere la soledad del silencio: la que golpea su vida esperando que se encuentre a su hija viva.


Pegados a la televisión, Juan Manuel Martínez, 47 años, con su hija Lesliie y los hijos de ésta, intentan buscar pistas que le lleven a encontrar a  Brianda Cecilia Martínez en la casita en la que viven de la colonia Periodista. @JudithTorrea

Brianda Cecilia Martínez Gutiérrez tenía 16 años cuando desapareció hace cinco años. Foto de foto @Judithtorrea
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martes, 7 de junio de 2016

"Cuando Jazmín venga" : ¿por qué la mamá de Patricia Jazmín Ibarra Apodaca lleva cinco años sin saber dónde o cómo está su hija?




Cuando tomé esta foto, Rosa María sólo quería mostrar lo que no tiene desde hace cinco años: a su hija mayor, Patricia Jazmín Ibarra Apodaca: desaparecida a los 18 años en Ciudad Juárez un 7 de junio del 2011, en plena vigilancia con retenes de las fuerzas de seguridad enviadas para la llamada guerra contra el narco. @JudithTorrea 

Entre la regadera y sus lágrimas: escondida en uno de los dos cuartos de su hogar. La noche llega en la casita de Rosa María Apodaca. Llora con furia; mira la hora, el día, los mensajes en su celular. Sin noticias.
Los rayos del sol ya no se incrustan sobre su casita de bloque en la colonia Senderos de San Isidro. Aquí casi todas las calles y terrenos baldíos tienen una historia de una persona que fue asesinada, bajo el imperio de la impunidad. Es el silencio de lo que se convierte en cotidiano.
Las autoridades y empresarios de Ciudad Juárez le llaman "reconstrucción", "recuperación". Es su discurso oficial: despojado de la realidad profunda, que poco a poco va calando en la opinión pública hasta que les toca de cerca un nuevo asesinato, una masacre o una desaparición. Y se preguntan si algo de verdad ha cambiado desde antes de la llamada guerra contra el narcotráfico, además de que ahora en el paisaje no hay una avalancha de retenes del Ejército y la Policía Federal que con su llegada -para oficialmente combatir el narcotráfico y la violencia-  consiguieron lo contrario: que se dispararan los asesinatos, las extorsiones, las desapariciones y los secuestros. Si en el año 2007- antes de que comenzar la llamada guerra contra el narco hubo 317 personas asesinadas-, al año siguiente subió a 1.623; en el 2009, 2.754; en el 2010, 3.111; en el 2011, 1.997; en el 2012, 749.

De la ciudad más peligrosa del mundo a la ciudad dolor: bajo la pobreza de los que trabajan como operadores en fábricas maquiladoras con el temor de que sus hijos adolescentes -abandonados de programas educativos gratuitos, de oportunidades de ocio constructivas, de transporte público, de calles pavimentadas o agua corriente- se conviertan en adictos a las drogas y encuentren en un Cártel la única salida para seguir sobreviviendo.

Los que quedaron vivos a sus muertitos se resisten a morir, con la esperanza golpeada, preguntándose para qué. Para qué sirvió en Ciudad Juárez que murieran más de 11 mil personas en la llamada guerra contra el narcotráfico del ahora ex presidente Felipe Calderón (PAN). Si todo está peor de cuándo comenzó. En el mayor paso de  drogas -que van viajando desde del sur, desde Colombia, para poder cruzar hacia EE.UU- que "resurge" a ritmo de negocios, muchos de lavado de dinero del narcotráfico.  En un paisaje de cruces negras bajo un fondo rosa que intentan recordar espontáneamente que aquí siguen desapareciendo y matando a niñas y jovencitas como desde hace veintiún años, hasta que las borran: del mapa, de la pintura, del recuerdo. Aquí no existen y es más, las autoridades pregonan que son las más chingonas de México encontrándolas (en trocitos, en huesitos). Los que han estado encerrados en una ciudad donde el peligro era estar vivo y tienen con qué, salen (entre menos asesinados) a restaurantes, bares y centros comerciales cansados de vivir en una ciudad en guerra durante cinco años.

Cuando la luz nítida del sol pasa a convertirse en una caricia para los sentidos, llegan los colores: los ocres que se funden sobre los naranjas, en un firmamento de posibles. Unos minutos de hermosura. Y Rosa María, madre de cinco, respira. Hay que seguir.

Él juega entre fotos de una hermana de la que nunca ha podido disfrutar ni de un abrazote. Está desaparecida, Patricia Jazmín Ibarra Apodaca:
Un 7 de junio como hoy, pero de hace cinco años. Sale a las 9 de la mañana a su nuevo trabajo en el centro de la ciudad. Todavía no ha regresado.
En ese mismo mes, Rosa María se embaraza. Piensa que Dios le ha enviado un ángel de la guarda. Y llama Ángel al menor de sus cinco hijos y único varón, de ahora 4 años de edad.

Hoy se derrumbó. Los recuerdos, con los porqués, le apagaron su sonrisa de dolor.
"Me dio como una crisis, me encierro en mi habitación, no quiero que me vean los niños", me dice la mamá de Patricia Jazmín Ibarra.

Se aferra a los detalles. Y a una pequeña Biblia que la mayor de sus hijos cargaba en su bolsa cuando desapareció. A los 16 años de edad, la joven se convirtió al cristianismo. Fue bautizada en una comunidad de la colonia Galeana donde había comenzado a vivir con su abuelita materna.  Tres días antes de desaparecer, decidió que leería también la Biblia en el puesto de telefonía móvil Telcel en el que había comenzado a trabajar.  Sería una buena manera para no aburrirse mientras esperaba la llegada de clientes.

En la calle Oro y la 16 de septiembre, donde consiguió el trabajo - una zona donde desde hace veintiún años van desapareciendo niñas y jovencitas- las cámaras de vigilancia parecen grabar aunque no graben nada crucial. Los policías municipales la recorren como si estuvieran de paseo, simulando que hacen su chamba. Es el punto principal de conexión irremediable para las personas con menos recursos que usan las viejas rutas de transporte público: camiones que hace más de cuarenta años se retiraron del transporte público estadounidense, que circulan sin regulación ni horarios fijos.
Escaparse de esta zona, si uno es pobre, es difícil. Las tiendecitas de baja calidad en sus productos conviven con prostíbulos baratos, bares y el narcomenudeo. Desde esta zona del centro, en donde se encuentra la Catedral y la Misión de Guadalupe, los que tienen una mica u otro tipo de documentos migratorios estadounidenses pueden cruzar por el puente fronterizo de Santa Fe hacia El Paso, Texas.

El que fuera su novio y ahora padre de un niño con otra pareja, llamó a Patricia Jazmín Ibarra Apodaca a eso de las 11 de la mañana. Jairo, también cristiano, se había enojado la víspera con ella y decidió no llevarla a su trabajo. Al parecer, ella le comentó que el señor del local en el que trabajaba no había abierto el puesto. Así que iba a reunirse con otra persona para otra entrevista de trabajo. Poco después, su teléfono sonaba apagado.

Su madre se sentía inquieta. La llamó también, sin suerte. Hacia las 10 de la noche, el novio de Patricia Jazmín se acercó a la casita de Rosa María. Le comentó lo que más temía: que no había regresado con su abuela. Comenzó a buscarla por los hospitales, por calles cortadas por retenes policiacos o asesinatos.  Ninguno de ellos había visto nada. ¿Cómo era posible que su hija hubiera desaparecido con tanta vigilancia?, se preguntaba. A las 2 de la mañana llegó a la Fiscalía para interponer una demanda.

Esperó a que los rayos del sol salieran. Tomó la rutera y fue a la casa de la abuela. Avisó a su esposo, guardia de seguridad en una maquila, que se encargara de los niños. Llamó a una sobrina para que ésta también estuviera pendiente. Rosa María estaba dispuesta a encontrar a su hija ese mismo día. Pidió permiso en la maquila donde trabajaba como operadora y comenzó la búsqueda. Se acordó de que un mes antes "se le estuvo acercando un veracruzano para que trabajara de modelo. Una de sus amigas me dijo que él se quiso propasar con ella". En ese entonces trabajaba en el Instituto Vértice, en la colonia de las Haciendas de las Torres, inscribiendo a los estudiantes a la escuela. "No quisieron enseñarnos nunca las cámaras de seguridad del (supermercado cercano) Soriana y la escuela "

De las autoridades "nada en estos cinco años, voy y me salen con lo mismo. Me desespero de ver que pasan los años y sigue uno igual,  a escuchar de lo que ellos dicen y a esperar. Ya uno qué más puede hacer", afirma.

Es una búsqueda con sus días, sus noches y años. Con sus ausencias en cada uno de los momentos de celebración de la familia y en las despedidas. Como la de Ofelia Granados, abuelita de la desaparecida. Las últimas palabras que alcanzó a decir antes de fallecer el pasado año por un infarto fueron "Jazmín, Jazmín".
Desde "que se perdió" sus frases comenzaban siempre con un "cuando Jazmín venga".

Hay esperanzas en Juaritos que se marchitan con los años. Con el desgaste de permanecer invisibles en un discurso político que maquilla y minimiza los problemas de fondo: como las desapariciones y feminicidios desde hace veintiún años o las consecuencias brutales de la llamada guerra contra el narcotráfico (tan sanguinaria como ineficaz) que las autoridades pretenden que se olviden con campañas mediáticas para lavar la imagen de la ciudad -como lo han conseguido con las desapariciones y los feminicidios- para así seguir dominando una realidad en la que impera la desigualdad socioeconómica y el poder, de los que tienen y aplastan a los más pobres en un México inmensamente rico.
El rostro de Rosa María Apodaca se derrumba en unas manos curtidas por el trabajo en una maquila por 800 pesos a la semana (unos 43 dólares), el frío en su casita sin calentón, el calor del desierto sin aire y la agonía.

"Cuando nació Jazmín le dije a Dios que me diera otra oportunidad, y sí me la dio. Batallé mucho con ella, estuvo dos semanas en el seguro. Nació prematura, de 8 meses, muy chiquita, como de dos kilos. Y ahora me la roban...", recuerda.

Cinco años buscándola: sin noticias.

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