jueves, 16 de junio de 2011

Mujeres atrapadas por el narco (y la injusticia)












































Sonríe, llora, sonríe. A veces, cuando mira la foto de su pequeño, situada a un lado de la cama, su expresión risueña se inyecta de alegría, después de tristeza. En ella hay un arcoiris de emociones.

A su tesoro lo tuvo en la prisión del Cereso municipal de Ciudad Juárez, donde sobrevive desde hace tres años.

Todo comenzó (más o menos) así. Ella, con su novio. Con el padre de su hijo.

"Yo estaba bien enamorada y un día me invitó para Juárez, porque iba a comprar supuestamente ropa. Y nos detienen. Traía droga en el carro, 17 kilos de marihuana. El lo arregla, paga 10 mil dólares y me dejó a mí con toda la bronca".

Nunca más supo de él. Ni quiere. En este tiempo, atrapada en un delito que asegura que no cometió, Claudia Varela va perdiendo la esperanza. En la cárcel ha conocido a otras chavas como ella, que claman ser inocentes y no tienen dinero para pagar a un buen abogado. Quiere justicia.

"Ya me adapté un poco, y tengo que pasar mi tiempo aquí. Ojalá un milagro me haga salir. Desgracidamente hay mucha corrupción y justos pagan por culpables", dice.

Lo más duro para Claudia es no ver a su papá, un tornero, y a su mamá, que trabaja en una guardería. También, a su hermana de 13 años y a su hijo. Todos viven en Torreón y trabajan duro para ahorrar para visitarla, al menos, dos veces al año.

En uno de los pasillos de la prisión, una interna delgada limpia con energía las botas negras de una custodio: Lily Rubio trabajó once años en las fábricas maquiladoras antes de ser guardiana y descubrir un mundo que nunca imaginó.

"He aprendido que de la noche a la mañana puedes estar aquí (encarcelada) y ni cuenta te das. He aprendido a valorar la vida y que todos los seres humanos merecemos una segunda oportunidad", me comenta Lily, de 33 años y mamá de un niño de 8.

"Yo digo que el 60 por ciento son inocentes", subraya la custodio.

Karla Soriano cumple condena de 8 años y tres meses por delitos contra la salud, es decir, narcotráfico. Lleva tres años en la prisión, desde junio de 2008. Desde que su vida cambió cuando fue a una fiesta en una casa:

"De repente, se escuchó un golpe en la puerta, entraron los soldados y nos detuvieron. Yo no sabía que en la casa había armas, cartuchos y drogas", explica la joven de 26 años.

"Tal vez estuve en el lugar equivocado, la hora equivocada, con la gente equivocada. Si de verdad las leyes estudiaran bien los casos de cada una que estamos aquí, yo creo que mucha gente no estaría encerrada", subraya, con sus ojos llenos de lágrimas.

Karla estudiaba enfermería en la Universidad Autónoma de Chihuahua, en el campus de Ciudad Juárez, y trabajaba como agente de bienes y raíces, vendiendo casas. Cuando se quedó embarazada a los 19 años de su novió con el que soñó casarse, él desapareció y ella decidió que no abortaría, que lo criaría con los valores éticos más fuertes para que fuera un hombre de bien. Su hijo tiene ahora 7 años.

En este tiempo, desde que comenzó la llamada guerra contra en narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón, sus vecinos, amigos han sido asesinados o han huido.

"Mi colonia yo creo que esta vacía, es Infonavit Angel Trías", dice.

-¿Qué vas a hacer cuando salgas de prisión?, pregunto.

- Lo primero quiero hacerme cargo de mi hijo, ayudar a mi mamá porque ella está sola y está enferma. Quiero terminar mi carrera.

Es difícil hablar con Karla. Hemos interrumpido las conversación por varias ocasiones. Sólo quiere llorar pero a la vez, gritar que ella es inocente.

****FOTOS: Aquí puedes ver a Claudia Varela, y al fondo a su hijo, en una foto. La custodio Lily Rubio. Y Karina Soriano a la entrada de su celda, mientras esperan que las autoridades mexicanas les ofrezcan el apoyo legal que dan a los mexicanos condenados a pena de muerte en Estados Unidos y se haga justicia en sus casos.

En estos días, el gobierno de México ha intensificado sus esfuerzos para detener la ejecución en Tejas del mexicano Humberto Leal (programada para el 7 de julio), que confesó el asesinato y violación de una adolescente. El estado estadounidense violó la ley internacional al no informar al reo de su derecho de contactar con el consulado mexicano para obtener ayuda legal.

viernes, 10 de junio de 2011

De Luz María Dávila a Javier Sicilia, de una madre a un padre



























Ella sonríe al verlo llegar a Juaritos. El la saluda, como un caballero, con respeto y admiración: en el Kilómetro 20 nada más bajar el puente y dejar a un lado una estatua de Benito Juárez.

Y saca un rosario. De color perla grisáceo.
Ella, bendijo sus perlitas hace seis meses, en el primer aniversario del asesinato de sus dos únicos hijos: José Luis Piña, de 16 años y Marcos, de 19.

Y hoy quiso que el poeta Javier Sicilia -que perdió a su hijo Juan Francisco, asesinado en marzo en Morelos junto con otras seis personas- lo tuviera. En su cuello. Y enfundado en él llegara -con la Caravana del consuelo, por la Paz con Justicia y Dignidad que partió hace siete días desde donde fue asesinado el hijo del poeta- a la colonia Villas de Salvárcar, donde 15 personas fueron masacradas en una fiesta estudiantil: donde ella perdió a sus hijos.

En el rosario está todo para Luz María Dávila. La fe de los que creen que la paz está en perdonar a los asesinos de sus hijos y que le acompaña para buscar justicia para que otros no mueran en esta llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón. Para que otros chavos, de la falta de oportunidades, no se conviertan en consumidores de drogas, en sicarios. Y otras familias sientan lo mismo: ese dolor que te desgarra y con el que sobrevives todos los días preguntándote por qué a ellos, por qué ahora.

Ya fueron casi 9 mil los caídos en Juaritos en cuatro años. Los padres para los que no existe ni un calificativo en ningún idioma para expresar qué eres cuando te asesinan a tus hijos. Y que esperan que nunca esta realidad se extienda tanto que se imponga este término y un día, de tanta cotidianidad, surja una nueva palabra, un americanismo, mexicanismo, un "juarensismo" en el diccionario de la Real Academia de la Lengua Española para definir a los padres a los que se les arrebata a sus hijos, como ya hay términos para los 10 mil niños sin sus padres (huérfanos) o a las mujeres con sus hombres en ataúdes (viudas).

Estamos ahí. Donde hubo sangre y cadáveres en la calles, luego ataúdes y ahora un parque creado por el plan Todos Somos Juárez que surgió del presidente Calderón por la presión social, tras haber culpabilizado a los mejores estudiantes y deportistas de esta colonia de trabajadores de las fábricas maquiladoras como miembros del crimen organizado y así justificar sus muertes todavía impunes.

Luz María Dávila llega a un escenario improvisado, intentándose desprenderse de esa timidez que ha convertido en lucha. Habla. Lee el texto que preparó con dos de sus hermanas. Antes pasaron otros gritos: la radiografía humana del dolor que sufre México.

Una madre sin sus dos hijos.
Un padre, sin su hijo.
Todos.
Y una manta. En ese escenario. Detrás de cada una de las personas que se avientan a lanzar sus testimonios del horror, y que dice: "Vivir en Juárez es resistir".