viernes, 31 de diciembre de 2010

Comienza el 2011 sin poder decir a miles (en atúdes) Feliz Año

































Cielo gris (rarísimo en Juaritos): montañas nevadas. El frío del desierto. El rojo de hoy: en dos asesinatos y una mujer herida. Es 31 de diciembre de 2010 en Ciudad Juárez, el año más sangriento en su historia: 3 mil 111 asesinatos (bajo el imperio de la impunidad).

Estoy en un salón de baile: donde fueron asesinadas hace mes y medio 5 personas y fueron heridas otras seis. Todo preparado para celebrar la noche del Fin de Año.

Algunos de los 38 empleados que abandonaron su puesto de trabajo por el terror que vivieron aquella noche han regresado estos días de Navidad: no encontraron otra manera de dar de comer a sus hijos.

Esperan a los clientes. Si en una noche entresemana acudían 350 personas, ahora unas 17. Los sábados, han pasado de 550 personas a 65. Hasta que ocurrió la masacre este salón de baile seguía vivo, aunque con muchos menos clientes que antes del 2008 cuando comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón.

"Volver a abrir y empezar es mucho más difícil, porque estás levantando a un cadáver", me comenta Fran, el dueño del lugar, de 49 años.

Hace un año, a estas mismas horas, en un 31 de diciembre, su rostro era otro. Las cumbias y norteñas (que tanto me gustan) sonaban con alegría y me deseó un felizote año. Los clientes, muchos de ellos obreros de las fábricas maquiladoras, comenzaban a llegar a pesar de la inseguridad que azotaba a una Juárez militarizada. Pero aún no le había tocado a su local que se encuentra en la misma calle donde fue incendiado hace dos semanas el negocio de maderas de la pareja sentimental de Marisela Escobedo, la mamá de Rubí, también asesinada.

Hoy cuando llego a su oficina, llena de fotos de otros tiempos, lo encuentro borrando de su celular varios números. Me dice que fueron unos 100: entre amigos y conocidos (asesinados) este 2010 que está a punto de finalizar.

"Más que miedo lo peor es que nos estamos acostumbrando a vivir entre cadáveres. No hemos sabido exigir a las autoridades que cumplan con su trabajo".

Entre la oscuridad de los negocios y casas abandonadas de la colonia La Cuesta, surge una luz de neón que anuncia la Discoteque DESESPERADOS. Fran elegió el nombre hace 5 años "cuando Juaritos era una ciudad de oportunidades, de sueños, y cuando estás trabajando de domingo a sábado estás desesperado por terminar y divertirte".

No hay ningún cliente. La noche es larga. El año se despedirá a ritmo de La Sonora La Actual, rogando al universo que no sea a ritmo de balas.
"Ahora lo que estamos es desesperados por lo que estamos viviendo".

******Cena de Nochevieja: pasé una noche hermosa. Son las doce. Llegan las uvas, el brindis, los agradecimientos y los deseos: en voz alta. Cada uno de los miembros de una extensa familia, desde los más chicos a los más mayores con su sabiduría, comienzan a hablar en respetuoso orden: piden por los que fueron asesinados y sus familias; para que el año próximo estén en esa misma mesa, todos juntos; que Juárez vuelva a ser la de antes, que haya paz.
Me emociona el rostro de uno de los más jóvenes cuando dice que este año se había sentido muy oprimido y que la familia y Dios le habían ayudado a no deprimirse.
Al terminar la ronda de deseos, le pregunté por qué se había sentido así. La respuesta: su mejor amigo había sido asesinado, varias mamás de sus amigos, también.
El tiene 21 años. Estudia ingeniería.
Pienso en el presente de los que viven una realidad sin tener que vivirla. Por una ficticia guerra. Y en el futuro.

viernes, 24 de diciembre de 2010

Navidad en la ciudad del luto constante (y la alegría por vivir)





























Casi no me atrevo a decir Feliz Navidad: el día lleva aquí 8 asesinatos, creo, y ahora que estoy lista para celebrar sólo pienso que en Juaritos, a pesar de los miles de asesinatos bajo el imperio de la impunidad, no se ha perdido la alegría por vivir.

Me conmueve la dignidad de los que siguen sonriendo a pesar de haber sido asesinados sus familiares, amigos, vecinos, y que con su lucha me siguen enseñando en este camino fantástico que es la vida.

Esta mañana, me cantaron Roja Navidad: cambiaron "Blanca" en referencia a la sangre que llevábamos nada más comenzar el 24 de diciembre. Escuché esta adaptación del popular villancico de la boca de uno de mis tantos admirados colegas locales que ha perdido a 10 amigos en este año, mientras sus ojos trataban de contener la rabia de ver cómo están matando a su ciudad.

Familias esperando a sus hijas desaparecidas. O justicia.

Otras miles que se preparan a vivir su primera Navidad con sus hijos asesinados.

Madres de chivos expiatorios -inocentes convertidos en culpables por las autoridades- en busca de chamba para poder llevar unos tamalitos a sus hijos en prisión, defendidos por abogados públicos del estado que los condenan a la injusticia.

Más los que tuvieron que huir, para no ser asesinados. Como los hijos de Marisela Escobedo, la mamá de Rubí, detenidos por las autoridades migratorias estadounidenses, siguiendo el proceso para pedir asilo.

Los hay los que no tienen para cenar ni para calentarse, como la familia de Sergio Adrián Hernández Güereca, asesinado por un agente de la patrulla fronteriza estadounidense en territorio juarense, bajo las promesas incumplidas de ayuda de las autoridades mexicanas que no han cumplido ni las materiales: la casa que anunció a los medios de información el ahora ex alcalde José Reyes Ferriz cuando la presión internacional estaba sobre este caso.

"Es una Navidad sin la alegría que uno espera cada año. Yo no espero nada de nada, más que esperar en Dios", me dice Jesús Hernández, padre del menor asesinado.

Esta es una ciudad en luto, sin adornos en los negocios que quedan abiertos, y en la mayoría de las casas que no han sido abandonadas.

Pasan las horas del 24 de diciembre. Y la familia de la estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez Mónica Janeth Alanis Esparza, que ayer cumplió años, esperan "un milagro": que aparezca, que deje de ser una de las muchachas desaparecidas como lo es desde hace un año y ocho meses bajo la indiferencia de las autoridades que no investigan como desde hace casi 20 años en que las mujeres (pobres) comenzaron a desaparecer. Ahora sólo la ven en fotografías.

"Hace 20 años me la trajo Santa Claus. Espero que hoy me la devuelva", dice Olga Esparza, la mamá de Mónica Janeth.

Y su hijo Jaime, de 17 años, la abraza. Su esposo, Ricardo, bromea. Y juntos la esperan, intentando sobrevivir un día más, sin derrumbarse.

*****Los cadáveres de los que hoy pensaron celebrar la Nochebuena siguen llegando al Servicio Médico Forense, que se suman a los cerca de 8 mil asesinados en Ciudad Juárez desde que comenzó hace 4 años la llamada guerra contra el narco del presidente Calderón.

ACTUALIZACION: estoy en el paraíso de la vida, con todos sus matices, pero no lo reconozco. Las calles están más desiertas que nunca, igual que los puentes internacionales que separan Juaritos -la ciudad más peligrosa del mundo- de El Paso, la más segura de Estados Unidos.

Al final, fueron 9 los asesinados: en Nochebuena. Y a estas horas, hay tres más: familias que estarán preparando un funeral en lugar del tradicional menudo o pozole para saborear en este día de Navidad.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Las mujeres del velo blanco: para ser vistas, escuchadas y no ser asesinadas por pedir justicia: como Marisela Escobedo

































































































Observadas. Les toman fotos. Les hablan, les piden sus datos: como si fueran periodistas que van a informar, pero son de la Secretaría de Gobernación de México.

"Yo sólo hago mi trabajo", contesta el hombre cuando un grupo de cuatro manifestantes lo descubre y le increpan. El se aparta. Guarda su cámara, su grabadora.

También, en el acto de protesta, está el vocero principal de la Fiscalía General del Estado, da vueltas, atento. Y otros periodistas que trabajan para el gobierno del estado de Chihuahua.

Ellas se tapan el rostro, con velos blancos: los "burkas" de las mujeres de Juárez para intentar sobrevivir en su lucha de búsqueda de justicia y no ser asesinadas como Marisela Escobedo. Y al esconderse, intentar que las vean, que las descubran en sus casi 20 años de lucha, de mujeres desaparecidas y muertas bajo el imperio de la impunidad. Una lucha que desde hace cuatro años se suma por la de también los miles de hombres, jóvenes y niños asesinados en la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón.

Intentan cubrirse más. Dicen que el asesinato de Marisela, la mamá de Rubí, fue un crimen de estado.

Miércoles 22 de diciembre. Los ocres dejan paso a los naranjas del cielo grandote de Juaritos: es el atardecer. Desde la funeraria donde fue velada Marisela Escobedo comienza una manifestación hacia la explanada de la Fiscalía General del Estado, donde se encuentran cruces de madera rosa que desde hace años sugen para demandar justicia por las muertas asesinadas.

Y ellas llegan: muchas madres de desaparecidas que intentan sobrevivir cada día sin saber dónde han dormido sus hijas, si han comido o si están vivas o muertas. Ellas, como comenta Olga Esparza, la mamá de Mónica Janeth Alanis Esparza, estarían con Marisela en sus marchas por la justicia a no ser porque fue asesinada el pasado jueves delante del Palacio de Gobierno del estado, en la ciudad de Chihuahua, a unas 5 horas al sur de Juárez.

Quien no se cubre el rostro es Luz María Dávila, a la que le arrebataron sus dos únicos hijos en la masacre de 15 de Villas de Salvárcar, y quien en febrero le reclamó al presidente Calderón lo que nadie se atrevió a cuestionarle hasta el momento: su guerra.

"No tengo miedo, ya perdí todo...Pido justicia, que no maten más", dice Dávila.

En silencio. Con velas, niños, madres, esposas, abuelos. Unas 300 personas. Y ellas comienzan a gritar: "!Marisela, vive. La lucha, sigue!". Lo hacen sorteando los vehículos para no ser atropelladas, sin la protección de la policía de tránsito que sólo llega al final del recorrido de la manifestación.

Una cruz tejida de flores blancas tendida en la explanada de la Fiscalía. Gritan que el estado es un asesino, que renuncien las autoridades si no pueden. Cubren las escaleras de la Fiscalía con velas, con carteles que piden justicia.

Ella toma el micrófono. Se alza como vocera de las organizaciones civiles que se han unido a la marcha, están desde representantes del Comité Médico Ciudadano al Plan Estratégico de Ciudad Juárez, entre otros. Y habla:

"No hay justicia para las madres de los jóvenes de (las colonias de) Salvárcar o de Horizontes del Sur, ni para las mujeres asesinadas, ni las familias de las mujeres desaparecidas desde 1993, ni los hijos huérfanos o desplazados, ni para los que han sido secuestrados o extorsionados. Tampoco hay para los periodistas asesinados ni aquellos censurados", afirma Imelda Marrufo, de la Red Mesa de Mujeres.

"No hay justicia cuando se encierra a un chivo expiatorio como Israel Arzate Meléndez, ni para él ni para su madre, ni para los colonos de Salvárcar que la demandan", agrega.

"La simulación sustenta en respuestas simplistas de (la ahora) destitución de jueces, cuando está demostrado que hubo fallas en todo el proceso de investigación del caso de Rubí por lo que atañe también a otros poderes"

"No hay justicia cuando el estado simula al afirmar que quienes hacemos cualquier crítica y propuesta diferente a la suya estamos en su contra y en contra de la sociedad. La simulación sustenta la impunidad. No sólo no investiga sino que mantiene a los funcionarios corruptos"

Comienzan a cantar, primero "Yo te nombro libertad": por la idea perseguida, por los golpes recibidos... por la gente sometida, por los hombres explotados, por el héroe asesinado, por los fuegos apagados. Miro al hombre de Gobernación intentando ser cuate de las madres de las desaparecidas. Y siento el peligro, de un estado que mata, por omisión o con balas.

**** El médico Javier Alfonso Pérez Domínguez, de 46 años, fue asesinado hoy cuando se dirigía hacia la marcha, según algunos doctores. También, nueve más. Los políticos siguen hablando del asesinato de Marisela como políticos, sin ir a la raíz de los problemas.
El alcalde Teto Murguía (PRI) insiste que Ciudad Juárez no es la ciudad más peligrosa del mundo y echa la culpa a los medios de información de la imagen de la ciudad, que no atrae a inversionistas.
Por ahora, lo más destacado de su mandato ha sido adornar la ciudad con luces navideñas, piñatas de papel y traer una pista de hielo de la Fundación Telmex, del hombre más millonario del mundo, el mexicano Carlos Slim, que está comprando la ciudad, en ruinas. Como si el mensaje fuera: "al menos, que por divertirse no quede. Después si eres asesinado, extorsionado o secuestrado, ni modo, ni modito, que en Juaritos todo está bien chido".
*Más de 3 mil 100 personas han sido asesinadas durante este año en Ciudad Juárez.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Si protestas, te matan: Marisela Escobedo (la mamá de Rubí) regresa del Palacio de Gobierno de Chihuahua en un ataúd













































Marisela Escobedo regresa del Palacio de Gobierno del estado de Chihuahua: en un ataúd.

Unas, portan siluetas (rosas) de mujeres: "Marisela, crimen de estado". Otras madres de desaparecidas llevan las fotos de Rubí Frayre, la hija asesinada de la ahora también asesinada Marisela Escobedo.

Saludo a la señora Evangelina Arce, que desde el 98 busca a su hija, Silvia Arce. Y me pregunto cómo las autoridades pueden dormir en paz.

Están en fila. Una detrás de otra. Con estudiantes, que han sido amenazados y golpeados por la Policía Federal enviada por el presidente Felipe Calderón en su llamada guerra contra el narcotráfico. Y con activistas.

Viernes en la tarde, a la entrada de Ciudad Juárez, en el Kilómetro 20. Marisela Escobedo, la mamá de Rubí Frayre, regresa de la ciudad de Chihuahua donde estuvo pidiendo justicia delante del Palacio del Gobierno Estatal y el jueves fue asesinada.
Su hija Rubí fue calcinada en agosto del 2008 por su pareja: Sergio Barraza Bocanegra, que fue exonerado en abril de este crimen y puesto en libertad.

Cuando la camioneta entra por la ciudad, un centenar de personas le reciben con: "Marisela, vive, la lucha sigue!". Lo hacen juntando sus manos, rodeando el vehículo donde van sus hijos, con su madre muerta, cortando la carretera por unos 10 minutos.

Berta Alicia García Ruiz -la mamá de Brenda Berenice Castillo -desaparecida a los 17, hace casi un año-, se acerca hasta la ventanilla para darles ánimos.

"Nos quitaron a una gran compañera de lucha. Ella nos enseñó a luchar, a no tener miedo, que nos defendiéramos de todo", comenta después la mamá de Brenda Berenice.

Lo mismo hacen otras, como Olga Esparza -la mamá de la universitaria Mónica Yaneth Alanis Esparza- desaparecida en marzo del pasado año, y su esposo Ricardo, con la que tantas veces habían compartido marchas pidiendo justicia.

El estar ahí, durante más de dos horas, esperando a que llegara el féretro no fue fácil para muchos de ellos, en una ciudad donde el transporte público es pésimo y la crisis económica azota con fuerza.

Luis Eduardo Rodríguez, de 49 años y desempleado de una fábrica maquiladora, gastó los últimos cinco pesos que tenía para recibir a la mamá de Rubí. Llegó desde la colonia Villas de Salvárcar, donde en enero fueron asesinadas 15 personas en una fiesta estudiantil y su hija recibió tres disparos, de los que intenta recuperarse.

"Me mueve el hartazo de la injusticia, y la impunidad y que sean los mismos gobiernos los que hayan posicionado la injusticia", dice. "Tengo mucho miedo, pero el miedo no me va a vencer".

Miro los rostros de los manifestantes. Y reconozo a Adrián Fuentes Luján, el recién graduado de diseño de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, que fue levantado por la Policía Federal y le obligaron a tomarse fotos con armas, tras haberse convertido en vocero espontáneo de la manifestación pacífica del foro contra la militarización donde los policías federales disparon contra los manifestantes e hirieron de gravedad a Darío Alvarez Orrantia, estudiante de sociología. Ahí estuvo la mamá de Rubí.

Veo a Julián Contreras, miembro del Comité de Vecinos de Villas de Salvárcar, que la semana pasada fue agredido por los Policías Federales que le robaron su cartera, y ahora porta la insignia que siempre llevó Marisela Escobedo, pidiendo justicia.

Y al verlos me doy cuenta de los que no están. De los que tuvieron que huir. O fueron asesinados.

"Estamos aquí para solidarizarnos, para acabar con la versión oficial que nos dice que aquí se están matando entre ellos (narcos), cuando vemos es todo lo contrario. Lo que vemos es una política de terrorismo de estado, cuando las fuerzas federales nos intimidan, nos golpean por el simple hecho de pedir paz y justicia para la ciudad", subraya Contreras, de 27 años, que participó, entre otros proyectos, en la fundación de una biblioteca en una casa abandonada, de la que fue robada la semana pasada una de las cuatro computadoras, la que contenía una base de datos de los vecinos.

Y Contreras, licenciado en letras, comenta: "Yo estoy esperando para saber si mi país (México) y si el mundo va a permitir que se extinga la poca resistencia que hay para detener esta barbarie del estado mexicano contra los juarenses".

ACTUALIZACION: Marisol Escobedo, enfermera jubiliada de 52 años, apenas pudo ser velada en la funeraria donde se encontraba. En la mañana del sábado el negocio de su pareja "Maderas y Materiales Monje" fue incendiado y se llevaron a su cuñado, Manuel Monje Amparán, de 37 años. La familia adelantó el entierro, que estaba previsto para la tarde del domingo, y la sepultó para tratar de evitar otros atentados. La despidieron con un gran aplauso. Como una gran heroína.
Desde que fue asesinada, Ciudad Juárez se siente más triste. Como si ella se hubiera convertido con su lucha en la mamá de todas, de todos. Como lo hizo con su nieta, la hijita de Rubí, de casi tres años, ahora huérfana también de abuela.


**** MARISELA, su lucha durante el Foro por una Cultura Diferente y contra la Militarización:

http://www.youtube.com/watch?v=qgWCx6tftOs


domingo, 12 de diciembre de 2010

Música y ballet clásico para seguir soñando: en una Juárez que agoniza






































































Fuera, el terror: 7 asesinados -entre ellos un pequeño de 14 años- hasta las 6 de la tarde en que comenzó el paraíso: de los posibles.

Dentro, la vida: familias enteras, desde niños a abuelos. Como si no cupiera un sueño más en el recinto, de una ciudad que se queda cada día más vacía: entre los muertos y los que huyen.

Dos horas de magia. Y aplausos apasionados: en el Centro Cultural Paso del Norte, una de las joyas arquitectónicas de Ciudad Juárez, con un teatro que se asemeja en su diseño y acústica al Metropolitan Opera de Nueva York.

A los 56 intérpretes de la Orquesta Sinfónica de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ) los despiden como héroes: como si sintieran que están ante la orquesta que realiza más óperas en el país -tras las de la Ciudad de México- a pesar de que nació hace cinco años, cuando la violencia comenzaba a dispararse en la ciudad.

Uno de los niños del ballet se acerca a la orquesta para entregar un ramo de flores a la violinista búlgara Iliana Vasileva.

"Andale, que yo soy mexicana, pero nací en Bulgaria, en Varna, una ciudad preciosa a orillas del Mar Negro. Ciudad Juárez me ha dado mucho amor, mucha ambición", me cuenta Vasileva, casada con otro músico de la orquesta, Valentin Nedelchew.

El Cascanueces de Tchaikovsky acaba de finalizar, por segunda y última noche, con un total de 3 mil 400 asistentes. Aplausos para todos: el Coro de la UACJ, para María del Roble Becerra, la directora del Ballet Clásico de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Y ovaciones para el director de la Sinfónica, el chihuahuense Carlos García Ruiz, formado en Canadá y Viena.

El cubano Jasmany Hernández Negret, que fue solista del Ballet Nacional de Cuba, y participó en el estreno del Cascanueces en Juárez el pasado año, sueña con regresar:

"La orquesta es fenomenal. El ballet han dado un giro de casi 180 grados, la coreografía ha cambiado, el nivel técnico".

Negret junto con Mónica Barragán son los dos bailarines de la Compañía Nacional de Danza de México invitados para esta producción.

"El teatro es maravilloso y el director de la orquesta, fabuloso. Es un contraste impresionante ver las noticias de los muertos y ver un teatro lleno, aplaudiendo, de pie", apunta la bailarina.

Temina la noche: con niños que quizá descubrieron que pueden ser músicos, bailarines o sopranos, en lugar de sicarios. Y con tres muertos más en la tarde: 10 hoy.

Al despedirme del violoncelista Momchil Tzvetkow Gazdov, de 39 años, que pertenece a la orquesta desde el inicio, me comenta:

"Soy más mexicano que búlgaro. Ciudad Juárez me ha dado todo, me ha dado patria. La gente me encanta y sí, tengo amigos mexicanos que se han ido, pero yo soy feliz acá".

Y sonrío: por respeto a los que ya no pueden.


****Las fotos que tomé: para intentar viajar hacia la magia de El Cascanueces. En Juaritos.

martes, 7 de diciembre de 2010

Hoy comenzó su sueño: con un funeral















Sintió algo extraño. Acababa de graduarse de medicina de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez, una de las punteras de México. Y el jueves celebrará su ceremonia. Debía estar contento.

Pero lo que sentía era coraje: ya no está el doctor, el que le ayudó en el camino de los sueños universitarios. En la mañana, fue a su funeral. Pero en la iglesia de la Divina Providencia no lo encontró: ni en su ataúd, ni con sus cuatro hijos. No estaban en Juárez por seguridad.

El cuerpo de su maestro, de uno de los médicos más reconocidos de Ciudad Juárez, será enterrado el miércoles en otra tierra, en El Paso (Tejas) tan cerca y tan lejos de su querido México: tan lindo y ahora, tan cruel. En día en que esta ciudad cumple 351 de su nacimiento y que ahora agoniza en la muerte impune.

El martes, por primera vez en 61 años, hubo paro en el Centro Médico de Especialidades, donde trabajaba el doctor José Alberto Betancourt hasta que fuera secuestrado el jueves y el sábado apareciera convertido en un cadáver. Sólo se atendieron a las personas que presentaban una emergencia. Un crespón negro lo cubría.

Desde hace casi cuatro años, algunos médicos me cuentan que optan por caminar y entrar al Centro Médico de Especialidades como pacientes para intentar pasar desapercibidos y no los secuestren. Algunos de ellos, como el doctor Betancourt, se refugiaron en El Paso para proteger a sus familias pero todos los días tomaban el riesgo de regresar a Ciudad Juárez para sanar a sus pacientes mexicanos.

En la entrada del Centro Médico -donde atienden a sus pacientes, cada vez más víctimas de esta llamada guerra contra contra el narcotráfico- los doctores y estudiantes de medicina se reunieron para celebrar la vida del doctor Betancourt. Con velas y globos blancos de sueños de estudiantes convertidos en despedidas, en funerales. En una ciudad de héroes anónimos: por el hecho de sobrevivir en ella un día más, por no dejarla morir.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Secuestrado, torturado y asesinado: Juárez sin el doctor Betancourt (y sin ocho más, por el momento)















Un mensaje de texto en mi celular juarense: unas horas después de que comandos armados irrumpieran en dos centros de rehabilitación y a balazos y granadazos asesinaran a cuatro personas, y dejaran heridas a ocho bajo la mirada de Policías Federales que no actuaron, según testigos. Más los tres asesinados durante la mañana, por ahora.

Es domingo, 10 de la noche, 5 de diciembre 2010:

Hola Judith. Malas noticias. Apareció
asesinado el Dr. Betancourt.

Lo llamo y se desahoga:

"Apareció torturado, un médico qué daño les hace. Uno intenta hacer la vida normal pero no hay futuro, no tiene quedarse aquí en un lugar donde no hay futuro, ni siquiera puedes trabajar. No hay trabajo y el poco que hay te matan por hacerlo, por trabajar honestamente.
No puedo creerlo. Espero que esto cambie, porque ya Juárez está muerto y más con esto, ya valió. Ya nada se puede hacer, con qué compras una vida".

El jueves -tras el secuestro del ortopedista José Alberto Betancourt, de 57 años, y profesor de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ)- hacia las 8 y media de la noche en el estacionamiento del Centro Médico de Especialidades me había llamado, con su voz entrecortada, nervioso, pero con la esperanza de que apareciera vivo.

Al día siguiente me comentó que los secuestradores pedían un rescate de 2 millones de pesos. Se estaban movilizando para conseguir el importe y con ello, venían los pequeños detalles para entregar el dinero como el vehículo que utilizarían. El prefiere mantenerse en el anonimato por seguridad.

En su casa, la doctora Leticia Chavarría, presidenta del Comité Médico Ciudadano, comienza a llamar a los doctores más cercanos para avisarles del desenlace del nuevo ataque a su gremio y a los pacientes que atendía, que se quedarán sin su médico. Este mismo gesto lo ha repetido por "20 ocasiones desde el 2008", el número de doctores que han sido secuestrados en Juárez.

Dos de ellos fueron asesinados tras ser secuestrados. El primero, el doctor Alfonso Rocha, que apareció el 10 de septiembre tras desaparecer durante mes y medio. Ahora le tocó al ortopedista Betancourt, que trabajaba en un centro hospitalario grande, a diferencia de las otras víctimas.

"Sientes una impotencia. Sientes angustia. Sientes dolor. Cómo en un segundo destrozan la vida de un doctor, de una vida dedicada a su profesión. Una persona tan decente, de corazón noble. En muchas ocasiones él hizo su labor sin cobrar", me comenta la doctora Chavarría.

Y me dice cómo en Juárez los médicos que no han huído de la ciudad están "dando a escondidas la consulta, en lugares sin letreros, sólo por citas, a puerta cerrada o en otros consultorios para que no los ubiquen".

De esta mujer de voz dulce surgen las exigencias para que no los maten. "Las autoridades no han hecho lo suficiente para que no sigan sucediendo hechos como éste. Aquí sólo la unidad del gremio sino de toda la sociedad -a nivel de exigencia- para que las autoridades atiendan la violencia que hay en esta ciudad".

No pagaron el rescate. Estaban negociando. Ayer sábado, hacia las 7 de la tarde, unos hombres armados abandonaron un cadáver en mitad de la calle Autlán en la colonia Felipe de los Angeles. El hombre asesinado tenía golpes por todo el cuerpo y su cabeza estaba envuelta en cinta adhesiva.

Según un comunicado de la Fiscalía General, el cadáver fue localizado sobre la vía pública boca abajo. Como huellas de violencia mostró heridas producidas por proyectiles de arma de fuego en extremidad cefálica y región dorsal.

Al parecer, los compañeros del Servicio Médico Forense encargados de realizar la necropsia lo identificaron en un primer momento. Y se comunicaron con la familia del doctor Betancourt.

*Al tomar esta foto en la Plaza de Armas de Ciudad Juárez, en el centro de Juárez -la zona donde desaparecen más mujeres desde hace 18 años- quise ver la normalidad: este año las autoridades han engalanado como nunca la plaza con luces para recibir a la Navidad.
La foto la tomé ayer sábado, en una jornada donde fueron asesinadas 16 personas: en la normalidad de matarte, secuestrarte o extorsionarte bajo el imperio de la impunidad (y ahora con luces navideñas).
La Policía Federal y el Ejército envíados por el gobierno federal rondan por las calles, como los cadáveres: 2 mil 916 personas asesinadas durante este año en Juárez, 7 mil 292 desde que comenzó la llamada guerra contra el narcotráfico del presidente de México Felipe Calderón en enero del 2008. Y la vida sigue, como si todo esto fuera normal. Hasta que te toca.